A.D.A.N. Car
Capítulo 1
ABS, ESP, AWD, ASR,
BAS, VTEC, EFI, ERM... lo tenía todo. Más que un coche era un abecedario, un
sinfín de siglas que nadie sabía en realidad lo que querían decir, pero que
aumentaban su categoría.
Pero eso no era lo
verdaderamente importante, porque todo eso ya eran innovaciones del pasado,
casi obligadas en cualquier vehículo moderno.
La ciencia y la
tecnología habían avanzado enormemente en los últimos años, hasta poder crear
un sistema que permitiera a un coche poder circular solo, sin conductor, con
plenas garantías de eficacia y seguridad.
Realmente, ése era el
futuro del automóvil, todo lo demás sería cosa del pasado.
A ese sistema lo habían
bautizado como A.D.A.N., que eran las siglas en inglés de ”CONDUCCIÓN AUTÓNOMA
de NAVEGACIÓN AUTOMÁTICA”, (“AUTONOMOUS DRIVING of AUTOMATIC NAVIGATION”).
Él era el primer
prototipo fabricado con este sistema. Era un sistema realmente inteligente, por
medio del cual todas las funciones que antes eran activadas por una persona,
ahora se pondrían en funcionamiento automáticamente
según las necesidades de la conducción.
Aunque la verdadera innovación
de este sistema era la autonomía de decisión que le otorgaba: el coche podía
decidir por qué carril circular, en qué dirección ir y qué desvío tomar. Todo
ello era posible gracias a las cámaras y sensores que leían e interpretaban la
información de las carreteras, de las señales de tráfico, de los carteles de
las autopistas...
Todo era procesado por
el avanzadísimo ordenador de abordo que tomaba miles de decisiones por segundo
y transmitía la información a la dirección, al motor y a todos los sistemas
electrónicos y mecánicos del vehículo.
De esta manera, el
sistema A.D.A.N. se convertía en un verdadero cerebro para el coche, que hacía
innecesario tener que ser dirigido por un conductor.
Pero todo este sistema
estaba incompleto sin una verdadera autonomía energética.
Y ahí es donde su
inventor había dado el “do de pecho”. Había recubierto toda la superficie
exterior del coche con una nueva y revolucionaria pintura fotovoltaica, que
absorbía la luz del sol (incluso en días nublados) y la transformaba en
electricidad. El motor del coche era una obra de ingeniería totalmente
innovadora que se alimentaba de esta energía solar en forma de electricidad y,
a su vez, aprovechaba la energía cinética cuando el coche estaba en movimiento,
de tal manera que su marcha potenciaba todavía más su energía.
Nunca nadie
anteriormente había realizado algo tecnológicamente tan perfecto. Y es que
¿podría haber sido rentable alguna vez un automóvil que no necesitara repostar,
que se mantuviera por si mismo?
Realmente era un hito
en la historia.
Pero, como con todos
los inventos, faltaba algo fundamental y era poner toda esa inventiva y
tecnología a prueba y comprobar si realmente funcionaba.
Y esa prueba no se hizo
esperar. A.D.A.N. Car, como así lo habían bautizado, iba a ser puesto en
marcha por primera vez. Su creador pulsó el botón de encendido y todo el
sistema comenzó a funcionar como un reloj perfectamente ajustado.
A.D.A.N. Car despertó
por primera vez, hizo un chequeo de sus sistemas, revolucionó su motor en
punto muerto y se sintió vivo.
La energía del sol
llegaba a cada centímetro de su carrocería, inundándolo de un cosquilleo
eléctrico que llegaba hasta el centro de su sistema energético. Sintió su
dirección, su sistema de frenos, sus neumáticos, sus luces... Y sintió todo su
entorno a través de sus múltiples sensores: sintió la posición del sol, la
temperatura y humedad del aire, la temperatura del asfalto... Y sintió sobre
todo unas ganas enormes de empezar a rodar...
Enfocó el rostro de su
creador con una de sus cámaras y, al ver como éste hacía un gesto de
aprobación, aceleró.
Capítulo 2
Había nacido para ello, para rodar por las carreteras dejando tras de si kilómetros y kilómetros, tomar las curvas con una trazada perfecta, ir por las rectas sin desviarse un solo centímetro.
Sentía que nada podía fallar, que todo estaba bajo control.
Todo funcionaba al
milímetro, no había errores, no había dudas. Realmente había sido creado para
ser perfecto, como ningún otro coche lo había sido nunca.
A cada kilómetro su
energía se iba recargando, su ordenador se iba implementando con todos los
datos que le llegaban, de manera que cada vez se hacía más y más inteligente.
Cada vez se sentía más poderoso, se veía capaz de ir más y más lejos.
Los días daban paso a
las noches y la energía acumulada durante todo el día le permitía seguir
circulando sin problemas en plena oscuridad.
Dejaba atrás las
gasolineras y los coches que repostaban en ellas con una sensación de orgullo y
superioridad.
Pasó por montañas, llanuras,
autovías, carreteras, desvíos, ciudades, pueblos, a toda velocidad.
Toda distancia se le
quedaba corta, todo recorrido se le hacía pequeño, quería cada vez más y más.
Y así fue como fue
atravesando fronteras, países, como rodó por carreteras que bordeaban el mar,
como subió a las más altas montañas, notando en ocasiones bajo sus neumáticos
la fría y resbaladiza nieve, como conoció ardientes llanuras, verdes campos,
frondosos bosques, cruzó puentes de mil metros de altura. Tuvo que adaptarse a
las normas de circulación de cada país por el que pasaba, cambiando de
velocidad límite, adaptándose a circular por la izquierda en algunos de
ellos... Nada le suponía un problema, su ordenador aprendía y asimilaba todos
los datos, aumentando más y más sus conocimientos y su capacidad de respuesta
en cada situación.
Sentía que su
cuentakilómetros no tenía límites, su único deseo era ir cada vez más lejos,
recorrer todo el planeta, no dejarse ni una sola carretera sin pisar.
El mundo era suyo, era
para una nueva estirpe de vehículos, de la que él, A.D.A.N., era el primero.
No necesitaba de nada
ni de nadie, era autosuficiente, nada lo podría parar; no tenía límites ni
jamás los tendría.
O, por lo menos, eso
creía él...
Capítulo 3
“Túnel Intercontinental”,
indicaba el cartel de la autopista. Era algo nuevo, nunca había circulado por
un túnel bajo el mar que unía dos continentes.
Puso el intermitente y
cogió con decisión el desvío que llevaba hacia él.
Estaba emocionado, iba
a viajar a un nuevo continente, separado por el mar, y lo haría por sus propios
medios, sin tener que coger un ferry ni nada parecido.
El túnel era de
reciente construcción, con un diseño amplio y moderno, perfectamente
iluminado, con todo tipo de medidas de seguridad, conexiones wifi, satélite,
etc.
Había que reconocer que
viajar por un túnel de cientos de kilómetros, enterrado bajo el mar, podía
llegar a agobiar a cualquier conductor. Pero él no dependía de ninguna persona
y no conocía esas debilidades humanas llamadas miedo, angustia o claustrofobia.
Estaba por encima de todas ellas.
Eso sí, resultaba
bastante monótono, incluso para él. Todos los kilómetros le parecían iguales.
"359 kms. para la
Salida", indicaba un cartel.
Entonces sintió una
leve desaceleración en la marcha. Chequeó todo el sistema energético al
instante: "45% de energía remanente". Bueno, era lógico, llevaba
rodando más de 700 kms. sin recibir un solo rayo de sol y la energía acumulada
se iba resintiendo. "Optimizar marcha para ahorro de energía", fue
la orden que transmitió A.D.A.N. a todos los circuitos. La velocidad de crucero
se redujo a 90 km/h.
"Esto será
suficiente para alcanzar la salida", calculó.
"235 kms. para la Salida".
Notó un nuevo bajón de energía. Esta vez no sólo lo notó en el ritmo de la marcha,
también sintió como si perdiera cierta capacidad de decisión, como si la falta
de energía empezase también a afectarle a nivel informático. "Optimizar
nuevamente marcha para ahorro de energía", fue lo único que supo ordenar y
redujo la velocidad a 70 km/h.
Por primera vez,
comenzó a dudar de sus posibilidades de alcanzar la salida y volver a
recargarse con el sol.
Ya sólo rodaba con un
25% de energía y, al circular cada vez más despacio, prácticamente ya casi no
recargaba por medio de la energía cinética.
Sus decisiones ya no
eran tan firmes como siempre lo habían sido, ya no sentía el control total de
la situación, la seguridad y la autosuficiencia que siempre le habían
caracterizado, desde el primer encendido. Empezaba a dar bandazos, ya no seguía
una trazada perfecta. Los coches le adelantaban y pitaban sin parar.
"95 kms. para la Salida".
"Venga, venga… no
puedo quedarme tirado en un maldito túnel, no puede ser… ¡Quien me mandaría
meterme aquí!"
"55 kms. ..."
A.D.A.N. perdía energía y control a cada kilómetro. Iba casi parado, sin luces,
rebotando sin cesar contra el guardarraíles. Sus cámaras y sensores ya no
alcanzaban a percibir las señales, carteles, líneas de carriles; ya casi le era
indiferente el atasco y caos que estaba formando tras de si.
"35 kms. para la
Salida"...
A.D.A.N. Car detuvo
definitivamente su marcha.
Su sistema se estaba
agotando definitivamente, exhausto completamente de energía, de vida.
No fue capaz ni de
encender las luces de emergencia.
Antes de apagarse del
todo, su sistema de comunicaciones exhaló un agónico S.O.S.
Y todo se hizo
oscuridad.
Capítulo 4
Esa frase, esa voz
resonando en su sistema, le hizo despertar.
En la pantalla de su ordenador
apareció el mensaje "Batería de emergencia conectada. Autonomía límite 50
kms."
El sistema volvió a
funcionar, se encendieron las luces y todas las funciones se activaron.
Aquella voz que le
había reanimado... Aquella era la voz de su creador, resonando profundamente
en su interior: "Vuelve a mí...”
Encendió su motor, puso
el intermitente izquierdo y aceleró con decisión.
Sus cámaras, sus
sensores, sólo fijaban la atención en el frente, buscando la salida del túnel,
de la oscuridad, buscando el camino más directo hacia la anhelada luz del sol.
Después de tantos
kilómetros en aquel túnel bajo el mar, después de tanta oscuridad y de haber
sentido que su vida tocaba a su fin, empezó a vislumbrar un pequeño destello al
fondo. Un destello que cada vez se iba haciendo más grande y brillante.
Sentía unas ganas
irrefrenables de correr hacia él más y más deprisa, aunque estuviera hecho para
respetar las normas de velocidad.
Por fin atravesó la
salida y una luz resplandeciente casi le cegó, pero pronto adaptó sus cámaras y
pudo ver el resplandeciente sol en lo alto del cielo. Un cálido cosquilleo
eléctrico volvió a recorrer toda su carrocería y notó como la energía penetraba
en su interior.
Y sintió como sus
neumáticos volvían a calentarse con el soleado asfalto. Y sintió como su
dirección volvía a trazar las curvas con un perfecto dibujo.
"Bueno, aunque
parezca increíble, aquí estoy, en un nuevo continente. Vamos a conocerlo."
Pero algo le hacía
recordar aquellas palabras que oyó al despertar: "Vuelve a mí..." No
podía borrarlas de su memoria. No podía desoír esa llamada, esa petición que le
había revivido.
Sin saber porqué, buscó
en su navegador el puerto más cercano y tomó el primer desvío que encontró
hacia él.
Allí había atracado un
ferry, preparado para hacer el trayecto de vuelta al otro continente.
Subió a él y aparcó en
un lugar privilegiado de la cubierta de proa.
"No volveré a perder
de vista la luz del sol" pensó.
Capítulo 5
La brisa del mar acariciaba su parabrisas, la luz del sol relucía en su pintura, sentía como se cargaba cada vez más de energía.
El sol anaranjado se
ocultó tras un mar cobrizo. Las estrellas relucían más que nunca.
A.D.A.N. descansó y se
dejó llevar por el barco, meciéndose con las olas.
El amarillo sol de un
nuevo día despertó sus sensores lumínicos.
Nunca había sentido
tanta luz como aquel amanecer en el mar. Se sentía rebosante de una fresca y
luminosa energía.
"En 30 minutos
aproximados llegaremos a puerto", sonó por los altavoces.
Al llegar dejó que
bajaran el resto de coches antes que él. No tenía prisa, tenía claro hacia
dónde ir y nada le apartaría de su camino.
Atravesó de nuevo
puentes, valles y montañas; los kilómetros pasaban tranquilamente, sin prisa
pero sin pausa. Esta vez no quería coger desvíos, su camino era directo, sin
dudas.
Pasó una noche rodando
sin paradas, a un ritmo uniforme. Llegó un nuevo día. Su navegador le decía que
ya faltaba poco, además lo sentía en sus circuitos, sentía que ya estaba cerca
de casa.
Por fin había llegado,
las puertas se abrieron automáticamente y cruzó por debajo del cartel de
"A.D.A.N. Car Enterprise".
Se dirigió hacia su
plaza de aparcamiento y allí vio a alguien esperando. Era su creador.
"Bienvenido
A.D.A.N. Te estaba esperando."
"¿Cómo sabía que
iba a volver?", pensó para si.
"Menudo viaje has
hecho ¿eh? Pero estaba seguro de que volverías."
Y, tranquila y
cariñosamente, como si de un hijo se tratase, continuó explicándole:
"A.D.A.N. tu función principal era saber regresar a casa en caso de robo o
pérdida y en eso consistía la prueba para la que te puse en marcha. Pero tú
decidiste darte unas vueltas por tu cuenta y conocer mundo ¿verdad? Bueno, ¿qué
tal te ha sentado la libertad?"
A.D.A.N. escuchaba,
entre confundido y avergonzado.
"Cuando el
satélite perdió tu señal en el túnel intercontinental, confieso que me preocupé
un poco. Pero para esos casos te había instalado una batería de emergencia, aunque
eso tú no lo sabías. Dime, ¿has aprendido algo de esta aventura? Anda, ábreme
la puerta y déjame sentar..."
Y así lo hizo.
Una vez dentro siguió
explicándole:
"A.D.A.N. ¿por qué
crees que tienes volante? Yo te creé para que fueras conducido por mí, para que
me llevaras en tu interior ¿Qué sentido tiene que circules tú solo, sin nadie
que te conduzca, con un habitáculo vacío, dando vueltas y más vueltas por el
mundo, sin un destino y sin un porqué? ¿Qué sentido tiene un coche, por muy
avanzado e inteligente que sea, si no es el de llevar a las personas de un
sitio a otro?"
A.D.A.N. permanecía
inmóvil, en silencio.
"Ahora vas a tener
tu primera verdadera experiencia de conducción. Desactiva el modo de conducción
autónoma, ahora yo tomo los mandos..."
Y puso suave pero
firmemente sus manos sobre el volante. A.D.A.N. Car sintió una sensación cálida
y familiar, como nunca había sentido antes; se sintió seguro.
"Adelante, vamos a
divertirnos..." Y piloto y coche emprendieron la marcha.
A.D.A.N. Car se dejaba
llevar por la pericia y habilidad de su conductor, respondiendo al segundo a lo
que él le pedía, con una absoluta fe en sus maniobras.
Realmente era un
descanso dejarse conducir, limitarse a transmitir al asfalto de manera fiable
cada decisión de su amo. Se sentía pleno al poder realizar aquello para lo que
había sido creado, se sentía en paz. Sabía que su creador siempre le conduciría
a buen lugar, porque ahora ambos tenían un mismo destino, un mismo porqué.
Juan Ramón Díaz Ruiz.