CAMBIO DE SENTIDO
Toda una vida rodando por la autopista en una misma dirección, en la dirección en la que me dijeron que encontraría ese pueblo llamado "Felicidad".
Gastando gasolina, esfuerzo y tiempo, yendo cada vez con más prisa, con más impaciencia, con más desesperanza, pensando «Ya debe de quedar poco, tengo que llegar ya. ¿Dónde está Felicidad? ¿Por qué no llego nunca?»
El navegador de mi coche está programado para decirme que siga de frente, pero una pequeña y sutil voz en mi interior me dice que algo no va bien, que no voy por buen camino.
La desoigo, el navegador indica que debo de seguir de frente. Lleno de nuevo el depósito del coche, vuelvo a la autopista y piso más el acelerador, esperando que la velocidad me lleve a "Felicidad".
Mi voz interior vuelve a susurrarme «No vas bien». La vuelvo a desoír. Es imposible, no hay otro camino; además, todo el mundo va en la misma dirección.
El coche se calienta, pero en lugar de parar acelero más y más.
Cuando ya estoy al borde del agotamiento, cuando el coche está a punto de averiarse, mi voz interior me grita «¡Para ahora!» Me asusto, giro hacia la cuneta y piso fuertemente el freno. El coche tarda en detenerse del todo, lleva demasiada inercia. Me mareo del frenazo y, de puro agotamiento, me quedo dormido.
Despierto horas después, exhausto, confuso, desorientado. ¿Qué pasa? ¿Es que no existe "Felicidad"? Toda la vida me dijeron que fuera en esta dirección y ahora ya no sé nada, me parece que he perdido media vida circulando por este camino. «No vas bien por aquí», me dice de nuevo mi voz interior, ahora más claramente. «Tienes que dar media vuelta y volver por el sentido contrario».
¿Cómo voy a dar media vuelta? Llevo rodando siempre en esta dirección, he gastado todos mis esfuerzos en hacer este viaje... Además, por el sentido contrario no circula casi nadie, todo el mundo va por este sentido...
«Tienes que dar media vuelta, cada vez te estás alejando más de "Felicidad"», insistió con seguridad mi voz interior.
Entonces encendí el motor y circulé hasta el próximo cambio de sentido, me desvié por él y di media vuelta. Estaba cansado, frustrado, pero ya no podía desoír más mi voz interior.
La inercia de toda una vida era muy fuerte, costaba vencerla; y sobre todo costaba vencer la soledad, viendo como todos los coches seguían por el carril contrario a gran velocidad.
«Espero que no te equivoques», le dije a mi voz interior, pero ella se había convertido ya en mi brújula y tenía más fuerza que el navegador del coche, que seguía indicando tozudamente «Cambie de sentido en el próximo desvío». Bajé su volumen, y puse música.
El camino de vuelta se me antojaba largo y difícil, pero estaba decidido. Ahora sé que seguir recorriendo más kilómetros en la otra dirección me hubiera llevado a la frustración, la desesperación de encontrarme con un pueblo fantasma al final de mi viaje.
Todavía no he encontrado el pueblo llamado "Felicidad", pero ahora es la brújula de mi corazón la que guía mi camino y seguro que el entiende más de felicidad que un simple navegador.
Dedicado a mi voz interior.
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