miércoles, 19 de diciembre de 2012

La flor más bella (cuento)




LA FLOR MÁS BELLA



Era pequeñita, preciosa, tierna, la más bonita. Muchas se le parecían, pero no había ninguna como ella, era única.
Crecía feliz, nutrida por los primeros rayos de sol de aquella preciosa primavera.
Esa temporada estaba siendo tan benigna, con abundancia de lluvias, de sol, de calor... que empezaban a crecer muchas plantas, con sus yemas y capullos preparados para florecer. 
Había tantas deseando crecer, esperando ocupar su sitio bajo el sol, que empezaban a estar ya muy apretadas entre ellas.
Se cruzaban y empujaban entre si y a Maui -como se llama nuestra pequeña y preciosa plantita- la estaban empezando a agobiar mucho. Pensó en empujar ella también, hacia uno y otro lado, en cruzarse en el camino de las otras plantas, como hacían con ella... pero ella no valía para eso, ella era buena y no quería empujar ni cruzarse con nadie.
Estaba triste, se sentía agobiada y no sabía qué hacer. Eran unos días nublados, lluviosos, grises...
Pero una mañana especial, el sol asomó reluciente entre las nubes, brillando con una luz como hacía tiempo que no se recordaba. Iluminó de color oro los campos, las praderas y a todas las plantas, haciendo que se volviesen hacia él, buscando su enorme energía.
Entre la apretura de plantas que la rodeaban, se abrió un pequeño claro y por él entró directamente un rayo de sol que iluminó de lleno a Maui.
Ella sintió su resplandor, su calor, su energía. Y ese rayo de luz, que parecía sólo para ella, le habló:
- Maui, pareces un poco triste ¿por qué es? - le preguntó.
- Es que mis compañeras me empujan, me tapan, y no sé qué hacer...- contestó la plantita.
- ¡Ah, es eso! Bueno, Maui, no tienes por qué preocuparte, y te voy a decir el motivo...- le dijo la luz.
Maui escuchó muy atenta.
- Mira, pequeña y preciosa plantita: yo soy tu rayo. Vengo del sol, como todos los demás rayos, pero a mí me han dirigido para que te ilumine a ti y sólo a ti. Recuerda, estaré siempre contigo, siempre iluminándote a ti, siempre dándote la energía que necesitas para vivir, para crecer, para estar alegre y radiante y para convertirte en una bellísima flor, que luzca su color y belleza y desprenda su aroma por todos los campos.
Lo único que tienes que hacer tú es recordar que estaré siempre para ti y, si alguna vez te sientes mal o triste, simplemente dirige tu mirada hacia arriba, hacia mi luz y sentirás de nuevo como te lleno de alegría y energía.
Maui miró al rayo con una sonrisa y se sintió tranquila. Pero tenía una duda, algo que preguntar a su rayo:
- Pero ¿por qué las otras plantas me tapan o empujan a veces? ¿Es que ellas no tienen su propio rayo de sol y quieren quitarme el mío?- dudó Maui.
- Cada planta, cada flor, cada ser vivo tiene su propio rayo de sol, por supuesto que sí- contestó el rayo.- Lo que pasa es que algunos tardan más que otros en darse cuenta de ello y, confundidos y necesitados de luz, a veces intentan aprovecharse de la tuya. Pero todos tendrán que encontrar tarde o temprano su rayo de sol, por supuesto. Para ello, tendrán que dejar de buscar alrededor y deberán mirar hacia arriba, hacia el sol, como has hecho tú hoy. No lo olvides, querida plantita, siempre estaré iluminándote; y si alguna vez te tuerces un poquito o intentan taparte, debes mirar hacia arriba, buscarme y siempre me verás.
Y en ese momento, una pequeña nube tapó el sol; pero Maui ya no se preocupó, ni tuvo miedo, porque ya sabía que su rayo de luz siempre estaría con ella. Y fue así como aquella pequeña pero preciosa plantita fue creciendo y estirando su tallo, sus hojas, tanto como pudo hacia el sol, de tal manera que se abrió paso entre las otras plantas y las superó en altura. Y entonces, completamente llena de la energía que le daba su rayo de sol, abrió su capullo y sus pétalos tersos y relucientes se desplegaron, y surgió la flor más grande y bonita vista en aquella pradera en mucho tiempo. Y pudo expandir todo su aroma, toda su esencia, todo su colorido y vitalidad a cientos de metros de distancia.
Siempre creciendo hacia arriba, siempre mirando al cielo, siempre buscando su rayo de sol.

                          FIN


Juan Ramón Díaz Ruiz.

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