PC5
Capítulo 1
Se le daba bien su trabajo, muy
bien; de hecho no fallaba nunca.
Bueno, a veces se le cruzaban los
cables, le daba una enorme jaqueca y se quedaba colgado. Nada que un buen
"reiniciado" no pudiese solu-cionar.
Tenía cinco años, una edad que antes
hubiera parecido poca pero que, en los tiempos que corrían, ya suponía casi ser
viejo.
Su nombre era PC5 y su trabajo era
la contabilidad, organización y planificación de todas las tareas de la
empresa.
Todavía recordaba perfectamente el
primer día que llegó a la oficina, encajado en poliespán blanco y rodeado de
manuales de instrucciones, cables y cd's de instalación. Se abrió la caja y
pudo ver a contraluz la cara de satisfacción de Andrés el que, a partir de ese
momento, sería su encargado y compañero de trabajo.
Andrés lo desembaló y lo colocó
sobre su escritorio, conectó los cables y pulsó el botón de encendido. Estaba
reluciente, era el último modelo.
PC5 notó un cosquilleo por todos sus
circuitos, placas y tabletas, sintió cómo la electricidad y la vida recorrían
su disco duro y su procesador, su pantalla y su teclado.
"Bienvenido", fue lo único
que supo decir en ese momento a Andrés.
Andrés ya había tenido experiencia
con otros ordenadores antes, así que sabía lo que tenía que hacer. Primero
instaló el sistema operativo y a continuación instaló sus programas de
contabilidad y planificación.
PC5 empezó en poco tiempo a aprender
todas las tareas que se le iban a requerir en su trabajo. Toda la información y
conocimientos se grababan a velocidad de vértigo en su disco duro.
Andrés y PC5 se llevaban bien. PC5
respondía con la velocidad y precisión que Andrés requería de él. Hojas de
cálculo, procesadores de texto, calendarios, documentos, gráficos: no había
nada que se le resistiese a PC5. Daba todo lo que se le pedía, incluso más,
pues tenía muchas funciones que ni siquiera llegaba a utilizar.
En la oficina había otros
ordenadores que trabajaban con otros compañeros de Andrés, pero PC5 nunca les
había podido ver las caras porque estaban todos en línea. No los conocía ni
sabía a qué se dedicaban, pero no le importaba mucho, porque todo el sentido
de su existencia era rendir al máximo para Andrés y mientras esto fuera así y
Andrés estuviera satisfecho, todo estaba bien.
Capítulo 2
Así fueron pasando los años, sin
muchas sorpresas, sin muchos sobresaltos, entre miles de números, letras,
órdenes y resoluciones.
En todos esos años siempre había
tenido la cara de Andrés frente a él, sólo su cara, siempre su cara y ya la
conocía al detalle.
Andrés estaba a veces contento y
relajado, aparentemente satisfecho con su trabajo; pero en otras ocasiones se
enfadaba y parecía que las cosas no le salían muy bien. Incluso a veces se le
veía triste, apático, sin ganas de trabajar...
PC5 no entendía estos malos
momentos. Él sólo hacía lo que le pedía Andrés, siempre bien, siempre con
precisión, sin ningún fallo... Pero eso no parecía consolar a Andrés.
De hecho, Andrés maldecía su suerte,
su trabajo e incluso golpeaba la mesa con el ratón o la pantalla con la palma
de la mano, en un gesto de rabia.
El disco duro de PC5 no podía
descifrar porqué recibía tal castigo y desdén, cuando él lo único que hacía era
realizar todo como siempre se lo habían pedido.
Se preguntaba qué podría hacer para
que Andrés estuviera más contento, para que no se enfadara con él... Pero
realmente no podía hacer las cosas mejor porque ya eran perfectas y se sentía
frustrado.
Bueno, las cosas eran como eran y
PC5 no iba a dejar de trabajar bien, puesto que para eso estaba programado.
Aunque, después de jornadas y jornadas muy duras de trabajo, después de noches
enteras sin descansar, de problemas, de tareas repetidas una y otra vez, a
veces -sólo a veces- no podía más y se colgaba. Andrés volvía a maldecir,
pulsaba el botón de reinicio y a seguir trabajando.
PC5 disfrutaba con su trabajo,
estaba orgulloso, era todo lo que podía pedir... Sin embargo, a veces tenía una
sensación rara, sentía como si estuviese incompleto, como si él fuera capaz de
hacer mucho más de lo que se le estaba pidiendo.
Pero rápidamente se quitaba esa idea
de la cabeza ¿Qué más iba a hacer? Si no había nada más que hacer... Eso era
todo, para eso estaba creado y lo hacía bien. ¡Qué tontería y qué pérdida de
tiempo, eso de sentirse incompleto! No tenía ningún motivo para ello.
Capítulo 3
Un día Andrés trajo a su hijo a la
oficina, puesto que no había colegio y no tenía con quien dejarlo.
Óscar, que así se llamaba su hijo,
tenía cinco años (casualmente los mismos que llevaba PC5 en la oficina) y, para
su corta edad, ya era todo un especialista en manejar ordenadores y toda clase
de "aparatejos".
- Óscar, tengo que meterme en una
reunión. Espérame aquí sentado y no trastees ¿entendido, hijo?
- Vale, papá -contestó
tranquilamente el niño.
Los minutos pasaban lentos y, como
Óscar se aburría, decidió ponerse a los mandos de PC5, a ver cómo se podía entretener.
Nada más reactivar la pantalla, vio
una gris mezcla de cuentas matemáticas, listados interminables y otras cosas
muy, muy aburridas...
- Vaya un trabajo más petardo tiene
papá -pensó-. Voy a meterme en internet...
A todo esto, PC5 estaba totalmente
fuera de lugar: "¿Quién es éste que está delante de mi pantalla, qué va a
hacer conmigo y qué diablos es eso de internet...? ¡Que no me toque, por
favor!" pensó asustado.
Y es que Andrés nunca lo había
utilizado para navegar por internet, ni para jugar, ni para otra cosa que no
fuese su trabajo. No tenía tiempo ni ganas.
Óscar comenzó a manejar el ratón y
el teclado con una rapidez y una alegría desconocidas para PC5 ¡Le hacía muchas
cosquillas!
- Primero me voy a meter en
"YoTuve" para ver el primer capítulo de la nueva temporada de
"Pilips y Jerb" que mola mazo. Después entraré en la web de
"Pandi TV" a ver qué capítulo ponen esta noche de
"iCharly". Si me da tiempo, entraré en "Club Pinky" para
jugar un poco y chatear con mis amigos. ¡Ah! y voy a poner de fondo la última
canción de "Maldita Marea" que me mola un montón y me la sé de
memoria.
A PC5 le empezó a entrar un subidón
de bits, de millones de colores, de dibujos, películas, sonidos, música,
animaciones... Un subidón tan grande de sensaciones que nunca antes había
sentido en sus circuitos, todas a la vez... El procesador le latía a mil por
hora.
En su pantalla, en sus altavoces, en
todos sus circuitos sintió una alegría y una felicidad que no había tenido
nunca.
¿Quién era aquel pequeño ser que en
un segundo había abierto para él un mundo totalmente desconocido?
- Ya estoy aquí, Óscar… ¡Óscar! ¿No
te dije que no trastearas? ¡Como me hayas estropeado el documento en el que
estaba trabajando, te la cargas!
- Pero, papá, sólo te lo he dejado
de fondo, no he estropeado nada...
- Anda, que no tienes idea buena.
Vámonos a casa. La última vez que te traigo, la última...
- Pero papá...
PC5 estuvo toda la noche a solas en
la oscura oficina, pensando en lo que le había sucedido ¿Habría sido un sueño o
habría sido realidad? Con aquel niño había hablado, cantado, sonreído, llorado,
corrido, saltado, hasta volado... ¿Cómo podía haber sentido en unos minutos
cosas tan maravillosas, tan emocionantes, tan nuevas, cosas que ni siquiera
podría haber imaginado en sus cinco años de existencia?
¿Volvería a sentirlas mañana, cuando
le encendieran otra vez?
- Buenos días. A ver... Dooon! Me
había quedado por aquí... Sí, está todo. Menos mal: como me hubiera perdido los
cambios este niño, no sé lo que le hago... Bueno, vamos a lo de siempre, a ver
si con un poco de suerte me marcho a mi hora. Entonces, quince mil ejemplares,
a 3,75 cada uno, con descuento total del 15%...
Miles de números, letras, cálculos,
volvieron a inundar la gris pantalla de PC5 un día más.
Un día más, una semana más, un mes
más, un año más...
Indudablemente era mejor olvidar
aquel sueño, aquel resplandor de vida, apartarlo para siempre en el backup de
su cansada memoria.
Capítulo 4
- Este viejo ordenador ya no sirve
para nada, va a pedales, necesito uno más moderno -dijo Andrés-. Se lo voy a
proponer al jefe, a ver si hay presu-puesto.
PC5 no pudo evitar conmocionarse
ante lo que acababa de escuchar. Parece que sus días se acababan, que ya no
servía, que ya no trabajaba bien... Estaba acabado.
Y lo peor es que no sabía qué le
dolía más: que ya no le considerasen apto para su trabajo o renunciar para
siempre a volver a sentir, ni siquiera por un instante, aquello que una vez
sintió, aquella experiencia que le hizo creer que era capaz de todo; aquello
que había intentado esconder en su memoria y que, sin embargo, no había podido
olvidar.
- Andrés, acaba de llegar tu nuevo
ordenador. Es una pasada, el último modelo.
- Gracias, qué bien, ya no podía
seguir trabajando con éste ni un día más.
Lo desembaló, lo puso sobre el
escritorio, desenchufó los cables de PC5 y los enchufó al nuevo.
PC5 se fue quedando dormido. Lo
último que creyó ver con la poca energía de su webcam fue como lo introducían
en una caja vieja y cerraban la tapa con precinto.
Y todo fue oscuridad.
Capítulo 5
- Óscar, ya lo tengo aquí.
- ¿Sí, papá?
- Así es, despeja la mesa, que lo
vamos a instalar.
Se oyó un fuerte desgarro al
despegar el precinto. Entonces se abrió la tapa de la caja y PC5 vio a
contraluz la cara ilusionada de Óscar, sí, aquel niño, ahora un poco más mayor,
con el que había vivido los momentos más emocionantes y maravillosos de su
vida.
"¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
Pensaba que..." se preguntó PC5.
- Venga, hijo, conecta el cable de
alimentación, el router, y ya está. Dooon!
Y PC5 volvió a sentir ese cosquilleo
eléctrico, volvió a sentir que podía ser útil para alguien, volvió a sentirse
ilusionado.
- Bueno, hijo, ya sabes que te he
traído el viejo ordenador del trabajo para que te ayude en los estudios, o sea
que, instálale esas aplicaciones de matemáticas, ciencias, inglés y a estudiar
¿vale? Ya sabes que a mí, eso de internet me parece una pérdida de tiempo, así
que te dejo sólo treinta minutos al día, para consultas, ¿entendido?
- Sí, papá, entendido. Voy a
instalar las aplicaciones y luego a hacer los deberes. Y después me meteré en
internet, para buscar alguna cosilla, ¿vale?
- Bien, hijo, bien. Te dejo solo,
para que te puedas concentrar.
Y Óscar, que era un niño estudioso y
responsable, hizo lo prometido.
Instaló las aplicaciones en PC5
quien, en unos minutos, había aprendido y memorizado un montón de cosas nuevas
y estaba en disposición de ayudar a Óscar en su aprendizaje.
Después, hicieron los deberes.
¡Los dos tenían tantas cosas
maravillosas que aprender juntos...!
- Y ahora, amigo mío ¡a divertirnos!
Porque, además de buen estudiante,
de buen hijo, Óscar era ante todo y sobre todo UN NIÑO.
Y los dos se lanzaron en picado por
la red, a descubrir infinidad de cosas, de mundos increíbles, de imágenes, de
sonidos, de juegos, de diversión...
Pero el mayor descubrimiento que
harían sería que su capacidad y su potencial eran infinitos, que no había
limitaciones que no pudieran superar sus cerebros, que podían llegar tan alto y
tan lejos como su imaginación les llevase. Todo estaba a su alcance, si lo
deseaban y creían en ello.
Y la maravillosa y pura risa de
Óscar, se reflejó en la pantalla de PC5, y quedó grabada en su disco duro para
siempre.
FIN
Juan Ramón Díaz Ruiz.
Juan Ramón Díaz Ruiz.
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